viernes, 4 de julio de 2008

FECHA EXAMENES

FECHAS DE EXÁMENES “CULTURA Y VALORES”
PROFESOR ALEJANDRO VELOZ MUÑOZ

FGL-001 1D PSICOLOGÍA DIURNO
07 DE JULIO A LAS 11:00

FGL-001 1V DERECHO VESPERTINO
09 DE JULIO A LAS 20:00

FGL-001 2V PSICOLOGÍA VESPERTINO
07 DE JULIO A LAS 20:00

FGL- 001 3D DERECHO DIURNO
09 DE JULIO A LAS 15:00

FGL-001 4D EDUCACIÓN
07 DE JULIO A LAS 11:00

FPR-410 1D CRIMINALÍSTICA DIURNO
07 DE JULIO A LAS 11:00

miércoles, 18 de junio de 2008

MODERNISMO Y POSTMODERNISMO

LA NUEVA SITUACIÓN CULTURAL DEL HOMBRE
EL PASO DE LA MODERNIDAD A LA POSTMODERNIDAD


INTRODUCCIÓN

El Papa Juan Pablo II puso de manifiesto un desafío urgente para la Iglesia: el diálogo con el mundo no creyente a partir de un lenguaje común. Pero para realizar un diálogo profundo es necesario conocer con hondura al interlocutor. El mensaje cristiano debe ser anunciado y establecer un diálogo con el mundo. Por ello que se hace necesario, primeramente, conocer al hombre en su actual situación: en el modo que tiene de comprender su entorno y las percepciones que tiene de sí mismo. Es necesario conocer las líneas maestras de sus procesos culturales, buscando conocer y comprender su pensamiento. Sabemos que el hombre de hoy está marcado por el avance de la modernidad y el desarrollo de un nuevo proceso cultural denominado, hasta ahora, postmodernidad.

La fe debe ir al encuentro del hombre en su realidad histórico cultural, de tal modo que desde la fidelidad a la revelación podamos dar fiel, nuevo y ardoroso testimonio de nuestra fe, cuyas verdades sobre el hombre y el mundo, son una verdadera respuesta de sentido a un mundo que se debate en la búsqueda entre el sentido y los dominios del sin sentido.

La filosofía como producto del desarrollo del pensamiento racional es el vínculo de diálogo; quizás uno de los últimos puntos de encuentro. El hombre necesita sentido, razones que le atraigan y lo seduzcan. La fe posee estas razones: los cristianos la vivimos y se requiere que las testimoniemos. Juan Pablo II escribió una carta encíclica llamada “Fides et Ratio” (del que hemos hecho varios cuestionarios). En este documento hace una invitación a confiar en la capacidad de la razón, es un volver a creer en el hombre, libre de miradas prejuiciosas. Se hace necesario que la filosofía y la teología dialoguen sinceramente. Cuando la razón y la fe se apoyan, ambas se abren a nuevas posibilidades que originan un océano de nuevas oportunidades.

Es urgente la búsqueda de comprensión de las líneas maestras del pensamiento humano. Ello se comprende especialmente en la revisión de dos momentos claves de la actual cultura: la modernidad y la emergente postmodernidad. Desde allí se puede intentar una reflexión acerca de la fe y la razón siguiendo las líneas maestras del documento “Fides et Ratio”.


POSTMODERNIDAD: LA COMPLEJIDAD DE UN INTENTO DE DEFINICIÓN

El tema en sí es muy discutido en los diversos ámbitos intelectuales. Aún no hay consenso acerca de qué es lo que entendemos por postmodernidad. Esto refleja lo complejo que resulta definirla. Sin embargo, es bueno intentar una aproximación pues el tema comienza a estar presente en la vida del país de muy diferentes formas; y con muchos matices e intensidades.

Los tiempos modernos son definidos por la palabra “moda” utilizada por Jacobo Rousseau al dejar de conceptualizadas una serie de manifestaciones del pensamiento que a partir de fines del siglo XV habían comenzado a colocarse de moda y que tuvo una clara posesión en el hombre del siglo XVII y XVIII. Esta influencia de la modernidad permitió el desarrollo de un tipo de sociedad cuyos principales acentos se dieron en Europa, principalmente en los países de tradición Anglo, Bávara y Nórdica.

Hoy muchos intelectuales piensan que esta forma cultural ha concluido. El tiempo moderno para muchos ha terminado, porque los principios regentes de este período cultural han sido cuestionados y han entrado en crisis, dando paso a otros nuevos que aún no se vislumbran con total claridad. Algunos piensan que este fin estaría marcado entre los años 1968-1970 con el movimiento estudiantil de París, como la manifestación de las últimas utopías modernas, como el último intento de lucha a partir de una razón ideológica. Desde este momento se daría inicio a una nueva época.

Conviene también destacar que otros investigadores piensan que lo postmoderno no tiene un inicio ahora; sino que más bien siempre ha estado presente como un contrapunto (o un espejo al revés) de la cultura dominante.

Como se puede advertir no hay un consenso en determinar el inicio de la postmodernidad, como tampoco en precisar los caracteres definitorios de este proceso.

La postmodernidad habría surgido por un cansancio de tres siglos al modo de imperar que tuvo la razón en el desarrollo de la vida social, en las ciencias y en el arte, a pesar de todo el progreso que ésta trajo (hubo admirables progresos, también se dieron admirables formas de terror, guerras mundiales, violencia racial, terrorismo, corrupción política, caos ético, violencia social, genocidios raciales).

A partir de la segunda mitad del siglo XX se habría comenzado a perder ese deseo de seguir ahondando en el hombre como ser individual y racional. Que se convirtió de “época de las luces” a centro de la reflexión “especulativa”. Así la búsqueda de identidad existencial en la propuesta de megaproyecto que antes había permitido arriesgar y dar la vida es ahora abandonada, ya no es posible creer en ella.

Se hace necesario, aunque sólo pueda hacerse a modo de síntesis, una revisión de las líneas que marcaron el pensamiento moderno.


LOS RASGOS SOBRESALIENTES DE LA MODERNIDAD

Los rasgos más clásicos de la modernidad los podemos resumir en los siguientes aspectos:

1. Exclusividad de la razón para conocer: Sólo el proceso racional sometido a juicio de la comprobación tiene acceso a la Verdad. El conocimiento derivado de la Fe, la tradición, son meras intuiciones no comprobadas por lo cual no pueden ser objeto de verdadero conocimiento científico (Kant).

2. Traducción del conocimiento a un lenguaje físico matemático: Galileo Galilei dijo que el Universo estaba escrito con lenguaje matemático. El hombre descubre y desarrolla las matemáticas y la geometría; descubre que es posible describir, desarrollar y predecir matemáticamente procesos naturales. Se desarrolla un culto a la objetividad de los conocimientos, libre de toda subjetividad, ajeno a lo real. Lo subjetivo no cuenta.

3. El conocimiento verdadero es posible comprobarlo experimentalmente: surge el método científico como el proceso que ordena la observación, la experimentación y la comprobación de una hipótesis. El verdadero conocimiento debe someterse a estas pruebas de rigurosidad científica. La poesía y las artes no pierden lugar, en cuanto a la elaboración mental de ellas, pueden ser comprobadas y apreciadas sensiblemente por todo el mundo. Pierden su espacio como conocimiento cierto la teología y la filosofía. Entran en el campo del conocimiento no científico, sino que especulable.

4. Libertad incondicional del hombre: este es uno de los principios claves junto a la razón. El hombre posee libertad incondicionada para dirigir su destino. Se combate cualquier forma de sometimiento (monarquías absolutas, poderes religiosos, económicos, clases sociales). El hombre puede darse a sí mismo su propio marco regulador. Se inician los principios de la parcelación de la ética. El hombre cree en la posibilidad de la libertad como criterio absoluto. Comprende esencialmente la libertad como un “libre de”.

5. Rechazo a la cultura oral: Se rechazan todas las formas de tradiciones populares (mitos, supersticiones, creencias religiosas) porque empañan la lucidez de la razón y constituyen “opio para el pueblo” (Marx). Es la religión la gran causante de procesos frustrativos del ser humano, impidiendo el gozo de la libertad. La religión es un padre severo que ha traumado a su hijo (Tótem y Tabú, Freud).

6. La Democracia: el redescubrimiento del sistema democrático como el mejor gobierno que permite hacer sentir la voluntad del pueblo se fue imponiendo por medio del pensamiento ilustrado. Se produce el surgimiento de los estados libres y la formación de las repúblicas. Se concibe la democracia como la mejor manera de gobierno.

7. Secularismo: Descartes colocará en el trono de la total autonomía a la razón, incluso es necesario el ejercicio de la razón para descubrir la propia existencia “cogito ergo sum”. La luz que emite la razón pura no requiere de nada más para brillar.
La razón comienza su dominio en los ámbitos físicos, matemáticos y biológicos. Consigue prodigios de conocimiento y descubrimientos asombrosos que hacen mirar lo pasado como un negro período de oscurantismo. El proceso de valerse la modernidad por sí misma por el uso de la razón, da inicio a un proceso de secularismo. De esta forma el destino último del hombre no se juega en un ambiente de trascendencia (discurso de la fe), sino en un ambiente inmanente, temporal, con una rendición de cuentas a nosotros mismos.
El afán secularista llevó a buscar explicaciones de rigor científico a todas las respuestas hasta ahora sostenidas por la fe. La creación como una procesión de evolución y selección natural (Darwin), la historia como una realidad dialéctica (Hegel), la perfección de la sociedad como un mundo igualitario (Marxismo Dialéctico, Marx), la religión judeocristiana como un mito de trauma paterno (Freud).

8. Parcialización del conocimiento: El conocimiento se parcializa, la realidad del sujeto se hace distinta del objeto (alma y cuerpo, separados; conciencia, inconciente, estructura y superestructura). El cuerpo se transforma en una máquina biológica susceptible de ser estudiada. Las ciencias van especializándose de tal manera que se van creando subespecialidades.

9. Superioridad absoluta del hombre: Hay una fe en el poder absoluto del hombre; puede cambiarlo todo ayudado por la razón. La razón comienza con la elaboración de nuevos metarrelatos, es decir, las ideologías que plantean en definitiva la posibilidad de un paraíso terrenal. Surgen el capitalismo, el marxismo, el anarquismo. A lo largo irán surgiendo sus portavoces: Lenin, Stalin, Hitler, Mussolini. El ideal moderno se ha expresado en estas ideologías que en su gran mayoría fueron causantes de millones de muertes de seres humanos.

10. Rigor del pensamiento: La razón impuso a la modernidad una actitud fuerte y profundamente reflexiva frente a todo. El rigor de la duda metódica es aplicable a todas las esferas del conocimiento. El serio rigor científico impuso un modo de pensar duro, abstracto y metódico.

11. La fe como una cuestión privada: La fe queda reducida a una expresión privada, ligada a una superstición ancestral. No permite el avance e igualdad de los hombres pues se une a formas de poder de clase (Marx). Por otro lado, algunos la favorecen no por convicción, sino por conveniencia: el pueblo permanece sujeto a una regulación ética. La fe, en definitiva, sólo puede interesar en cuanto propone una ética de convivencia social.

12. Etnocentrismo: Por último, podemos decir que otra característica de lo moderno es su etnocentrismo. El desarrollo científico y técnico se impuso en el mundo europeo y norteamericano. De este modo todo pueblo que quiera pertenecer a la cultura superior debe asimilarse a los países de cultura imperante. Los países fuertes imponen sus costumbres y se transforman en modelos culturales, sin sometimiento al cuestionamiento ético de sus actos.


LOS RASGOS MULTIFORMES DE LA POSTMODERNIDAD

Es muy difícil plantear en forma definitiva las características de este tiempo, pero podemos intentar ilustrar algunas hasta ahora de sus expresiones más características.

1. Pérdida de vigencia de las ideologías: Los metarrelatos o utopías han sido abandonadas. Toda la ilusión de construcción de una mejor sociedad que ellas planteaban (sociedad socialista en vías del comunismo, nacionalsocialista, liberalista y capitalista) han ido cayendo al no ser la respuesta que se creía que sería. Es significativa la caída del muro de Berlín en 1989 como testimonio de estos derrumbes del pensamiento utópico humano. Estos relatos en cuanto son metas a demasiado largo plazo, no son considerados como posibles. No son inmediatas.

2. Ciencia práctica no teórica: El interés por la ciencia sigue vigente pero no en cuanto tal, si no en cuanto ésta pueda contribuir al bienestar del ser humano en confort, salud y placer. No interesa darles fundamentos teóricos, ni filosóficos, ni éticos. La ciencia no ayuda en el proceso de liberación humana, sólo es instrumento de productividad y consumo.

3. Búsqueda del hedonismo: El placer es la única forma que tiene la persona para sobrellevar el hastío rutinario de la vida. Vivir el “Carpe diem” es gozar sin preocupaciones a largo plazo. La vida es ésta y no hay otra. Se comprende el placer como la satisfacción en diversas situaciones como la única posibilidad de sentir bienestar. Es una satisfacción ligada directamente a los sentidos. Un proyecto de felicidad a largo plazo es mirado con recelo, y no existe la voluntad de permanecer en la búsqueda de un bien arduo y mediato. Se busca alcanzar el bien más cercano y que exija el menor esfuerzo posible. Conviene desde este punto de vista disfrutar sin reservas todo lo que produzca gozo. Con ello también se hace todo un esfuerzo por eliminar el dolor, ocultarlo y negar la realidad de la muerte. La muerte es ocultada por un maquillaje negador (cementerios parques, casa de la muerte, maquillajes, etc.)

4. Creación de las microéticas: Hay una preocupación por la casuística. Se resuelve no por criterios de verdad objetiva, sino por consenso de mayorías, que puede o no ser coincidente. La postura de principios es regulada por pluralismo sin coherencia. Se intenta responder a cada una de ellas a través de éticas particulares o casuísticas (microéticas).

5. Conocimiento superficial y subjetivo: El principio de incertidumbre de la física y la relatividad del tiempo, con la caída de las concepciones de la física clásica fueron un marco para la postura de la imposibilidad del conocimiento objetivo de las cosas. Se hace necesario un consenso en el conocimiento de las cosas. Todo conocimiento es superficial. La búsqueda del porqué y del sentido final se ha abandonado. Una concepción global no interesa. El conocimiento reinante es el de tipo funcional.

6. Poco respeto por el valor de la vida humana: Las guerras mundiales, las masacres raciales y otros, fueron dando testimonio del poco valor que el hombre tenía por la vida. La Declaración Universal de los Derechos Humanos se convirtió en el último bastión de defensa del Hombre. Sin embargo, son los más débiles del proceso de desarrollo humano los que están expuestos al arbitrio de vida o muerte por parte de la sociedad: en el inicio de la vida todo el proceso de manipulación genética, fertilización in Vitro, clonación, eugenesia, aborto; en la edad avanzada eutanasia y distanasia. La vida no tiene, como en otras épocas, valor sagrado en sí, más bien su valor depende de la capacidad de gozarla o que no se tenga, son los discapacitados, los enfermos y los que poseen trastornos genéticos los que tienen una vida más vulnerable a procesos de manipulación y selección. Ha dicho un investigador llamado Singer que “la vida de un cerdo sano es mucho más respetable que la de un niño con Síndrome de Down”. La vida queda sometida a los criterios del utilitarismo.

7. La vida no tiene metas heroicas: La felicidad no es una meta anhelada como en otro tiempo. Se sabe y se asume una trivialización de la vida. De tal forma que la felicidad y el acto heroico por conseguirla está ausente; es mejor vivir la vida sin la preocupación del destino final, del horizonte que enmarca la vida. No se puede arriesgar la vida pues no hay un horizonte de sentido para ello.

8. Desaparece la diferencia en el conocimiento entre objeto y sujeto: Como postulaba el realismo, el sujeto aprehende, a través de un proceso de conocimiento al objeto y, realmente logra un conocimiento objetivo y verdadero del mismo. Ahora se duda. Los objetos comienzan a interactuar con el sujeto. Hay objetos creados por el hombre como la televisión y la informática que influyen sobre el hombre, disponiéndolo a una forma de percibir y reaccionar (hay buenos ejemplos de esto en la experimentación del sistema nervioso humano).
Por otra parte, los principios de incertidumbre, el abandono de los axiomas a priori, la relatividad de la física clásica de Newton, las diferentes posturas del proceso de conocimiento, hacen dudar de un conocimiento real de las cosas. La verdad objetiva en sí no existe. Esta es una “ficctio mentis”. Lo que existen son las verdades parcializadas y subjetivas. La verdad entonces surge como un producto del consenso.

9. Consenso pseudodemocrático: Parece ser que el consenso es una medida para toda toma de decisiones. No se parte de postulados o principios ideológicos, sino que cualquier postura es particular o representativa de un grupo. Esta verdad debe ser sometida al veredicto de los otros, para determinar la convivencia de la misma y sólo así será aplicable. Los principios como fuente de verdad, si no son de gusto del grupo dominante no son aprobados porque el principios por sí mismo no vale, es relativo al gusto o no del pueblo elector. La democracia experimenta la fragilidad del sometimiento de la influencia de los “sentimientos populares” que son manipulados por los medios de información social.

10. Búsqueda de una trascendencia inmanente: En el ser humano hay un ansia y una búsqueda de lo bueno, de lo verdadero y lo bello. El espíritu humano busca alzar el vuelo de la contemplación de la verdad que da sentido y ordena la existencia hacia un norte claro. El hombre actual tiene esta sed de trascendencia que en su búsqueda de satisfacerla se orienta hacia el esoterismo, la magia, la consulta astral. También se ha hecho fuertemente influyente la meditación y la filosofía oriental que intenta un conocimiento hondo del sujeto, haciéndolo capaz del autodominio, pero no necesariamente de un diálogo trascendente.

11. Rechazo a toda forma de dogmatismo y fundamentalismo: El hombre actual es muy sensible a la imposición de alguna idea. Cualquier estructura que posea un orden axiomático o de verdades que deben aceptarse sin el uso directo de la razón, es rechazada. Sin embargo, resulta paradójico que mientras esto ocurre, surgen por diferentes lados grupos fundamentalistas y dogmáticos que generan fuertes adhesiones, aunque temporales. El hombre siempre está requiriendo de un postulado desde donde partir. Muchas de las adhesiones a grupos fundamentalistas se deben al hecho de que éstos presentan proyectos totales que son respuestas a inquietudes profundas.

12. Dominio de lo emotivo sobre lo racional: El cansancio por la vía de exagerada racionalidad, llevó a una búsqueda por experimentar la realidad a través de los sentidos, obviando cada vez más a la razón. La gente común se mantiene en aquello en que “se siente bien”. Sentirse bien es un postulado básico para el desarrollo de cualquier actividad. Una vez que no se experimente la sensación de bienestar y, sin mayor dificultad, se deja aquello que se realizaba. El principio del acto de la voluntad convencida por la razón está alejado de la mentalidad común. Julián Marías enseña que una de las grandes enfermedades del siglo XX radica en la voluntad, que experimenta una debilidad profunda a dejar de ser educada en las nuevas generaciones.

13. Inestabilidad y temor a lo permanente: Se experimenta un temor cultural a lo que pueda ser permanente, prolongado indefinidamente en el tiempo. Se experimenta perplejidad frente a los compromisos de estabilidad. En la base hay un profundo temor al fracaso y miedo al compromiso. Se ha perdido la capacidad de vinculación por la debilidad que se experimenta en la voluntad, que no logra adherir con vitalidad a los compromisos de grandes causas: matrimonio, vida religiosa, etc. Estas vocaciones entran en crisis.

14. Procesos de transculturación y pérdida de la identidad: El avance de los medios de comunicación y formas de transportes, van contribuyendo a un fuerte intercambio cultural, donde se van imponiendo patrones culturales de los ambientes más dominantes del conjunto social. Se va construyendo un modo de sociedad donde las culturas propias entran en crisis (lenguaje, ritos, tradiciones, etc.) A ello se va agregando una disminución de la capacidad de vinculación histórica. Así los hechos históricos de una nación progresivamente van perdiendo vinculación e identidad con los sujetos particulares.

15. Procesos de creciente globalización: El proceso acelerado de globalización va haciendo del planeta una “aldea global”. Es un proceso en el que se van uniendo y estructurando formas de organización que van más allá de estados particulares. La interacción de todos los sujetos va perfilando un nuevo modo de relaciones sociales, económicas, políticas, etc.


CONCLUSIÓN

Intentar vislumbrar lo que es la actual sociedad humana es complejo, y más aún buscar perfilar lo que será la sociedad del nuevo milenio. Estamos en un momento importante de gestación del nuevo orden social. Sabemos que estos procesos implican un largo período de tiempo y que por la rapidez creciente de las acciones humanas no es fácil poder percibir cuáles son los fenómenos permanentes.

Es importante reconocer que estos procesos sociales y humanos tienen una complejidad propia muy rica, pues se entrecruzan muchos elementos que son absolutamente positivos, pero que pueden ser muy negativos socialmente si se hipertrofian sobrepasando la armonía que deben tener con otros.

Para que la Fe cristiana o sus valores puedan dialogar con la razón y con todo lo que el ser humano es, proponiendo su concepción de hombre, de la naturaleza y de lo trascendente, requiere como nunca meditar serenamente en la comprensión de la humanidad. En ella está inscrita la sed del absoluto, pero muchas veces no sabe o no descubre que la tiene y trata de saciarle con alimentos parciales que la satisfacen temporalmente. La mirada del creyente sobre el mundo no puede ser condenatoria, sino que debe ser esencialmente dialogante, comprendiendo las muchas situaciones en sus raíces más profundas para desde allí iluminar con lo que el Evangelio de Jesús propone e invita a seguir…

POSTMODERNIDAD

La Postmodernidad

El concepto de postmodernidad muchas veces se entiende como una crisis de valores producto de la ruptura de los principales aspectos de la modernidad. Es cierto que no podemos obviar el cambio constante que es parte del hombre, y es dentro de este contexto que nos es posible entender la crisis en torno a las ideas de la modernidad de los siglos XVII y XVIII que se produce a fines del siglo XIX y durante gran parte del XX. Tanto el proceso de la duda metódica desarrollado por Descartes como el desarrollo filosófico de los pensadores ilustrados propios del siglo XVIII carecen de vigencia. En el siglo XIX hay un quiebre interesante, marcado fundamentalmente por el proceso de la industrialización y además por el ascenso de la burguesía europea. El mismo oscilamiento entre la revolución y la restauración traerán consigo un sinnúmero de importantes reformas, dentro de las cuales podemos ver la necesidad de estabilidad del hombre, manifestada en la ciencia positiva, pero al mismo tiempo un proceso de desánimo que llevará incluso al nihilismo y lo que conocemos como la muerte de la figura de dios (entendido como lo trascendente). Junto a lo anterior, es en el siglo decimonónico donde encontramos las nuevas ideologías que marcarán a Occidente dentro de los años venideros a esa época, y es por ello que estas influencias, aunque originadas antes, se propagarán por todo el siglo XX.

Con este panorama descrito anteriormente, debemos decir que la postmodernidad está de la mano de las sociedades postindutriales. Estas sociedades postindustriales se desarrollaron fundamentalmente en los países capitalistas pasada la Segunda Guerra Mundial, donde se ve un marcado avance de las fuerzas productivas y de la automatización. Producto del gran desgano posterior a las dos grandes Guerras, y junto a la caída de los modelos totalitarios como el nacionalsocialismo y el fascismo italiano surgen nuevas maneras de explicar el mundo, de una forma relativa, dándose por una parte el existencialismo, las crisis sociales de la década del sesenta y la omnipotencia de los avances tecnológicos, que separan abruptamente una generación de otra. Es así como se trasladan muchos conceptos, los cuales estarán enmarcados a partir de lo que conoceremos como marketing, libremercado, utilitarismo, en donde las apariencias son fundamentales y junto con ello el prestigio y el visualizarse socialmente se convierten en elementos claves para entender esta sociedad productora y de consumo, pero muchas veces vacía.

Si queremos tratar de acercarnos a lo que podría ser una descripción de la postmodernidad debemos partir adentrándonos en lo que son las ideas de ésta. En un primer acercamiento la consideramos como negativa, decimos que la postmodernidad es el período que corresponde a las sociedades postindustriales, como contraposición a la modernidad. Diríamos que es una época de desencantos, de fin de muchas utopías, ya que no hay grandes proyectos que mantengan a la sociedad esperanzada en un progreso desde todos los puntos de vista (han caído los totalitarismos). Los modelos de la modernidad se creía habían fracasado. Esther Díaz nos dice al respecto:

“El proyecto de la modernidad apostaba al progreso. Se creía que la ciencia avanzaba hacia la verdad, el arte se expandiría como forma de vida y la ética encontraría la universalidad de normas fundamentadas racionalmente. No obstante, las conmociones sociales y culturales de los últimos decenios, parecen contradecir los ideales modernos. La modernidad, preñada de utopías, se dirigía hacia una mañana mejor. Nuestra época desencantada, se desembaraza de las utopías.”

Apoyando las ideas anteriores existen una serie de autores actuales que dan por finalizada la modernidad y todos sus proyectos (de ellos mencionamos a Lipovetzky y Fukuyama), con lo que nos encontramos ante un angustiante fin de los proyectos de sociedad.

Por otro lado, se hace necesario dar a conocer una cara nueva de la postmodernidad, que nos conduce más bien a un ámbito propio de la intelectualidad y no a una teoría o a una época definible como tal. Podríamos pensar que la carencia de una interpretación unitaria del mundo ha llevado a un proceso creativo e innovador, en el cual está presente el ser humano en su totalidad. Por esto estamos frente a una pluralidad ante la realidad, lo que muestra a un hombre desarraigado y sin certezas en la búsqueda del saber, que más que interpretar no se sabe situar. Estamos refiriéndonos en concreto al relativismo frente a todo, esa indiferencia que se manifiesta incluso en nuestro lenguaje coloquial (“me da lo mismo”, “no estoy ni ahí”, “el pasotismo español”). Una posible respuesta a esto sería lo que se propone como positivo de este período, que sería la necesidad de la toma de conciencia de la situación que vivimos, lo cual sería positivo porque llevaría a una búsqueda nueva (esta es la teoría postulada por Alejandro Llano). La respuesta no la tenemos, sino que más bien estamos frente a la disyuntiva constante de lo que algunos han llamado la época y el hombre light, sin ninguna meta espiritual, centrado fundamentalmente en la relatividad y en la inmediatez de todo, en otras palabras, en un vacío interior.

Finalmente, nos gustaría cerrar este capítulo resumiendo el modernismo a través de una cita que nos muestra la desilución frente a esta época:

“Sólo queda agarrarse a los , a los proyectos personales o grupales siempre coyunturales, temporales, sujetos a la adecuación, la rescisión y el cambio. Nada de grandes ideales, rebajemos los sueños a su estatura humana; adoptemos una idea de razón, esperanza, deseo, adecuada a las dimensiones de lo real. Todo queda así pequeñito, con minúsculas, reducido a la situación transitoria. La razón, los valores, los proyectos se empequeñecen. Hay miedo a ser traicionados por las grandes palabras y relatos. El remedio es el refugio en el rechazo de la utopía y el pegarse al suelo de lo cotidiano con el agridulce sabor de que las mieles de la vida son escasas y hay que libar sus gotitas sin demasiada ansiedad ni fruición. Un minihedonismo, un suave esteticismo presentista es, quizá, la salida de estos sabios escépticos de la moderrnidad y sus promesas.
La postmodernidad es así la reacción contestataria de la modernidad. Propugna la desconfianza, la actitud desengañada y la distancia escéptica ante ella.”

CULTURA CONTEMPORÁNEA Y FE

La Cultura Contemporánea y su Relación con la Fe

Al momento de introducirnos en lo que es la historia contemporánea, tal como lo dijimos en el capítulo anterior, existe un notable proceso de cambios que significará una nueva concepción del hombre. Por una parte está el nacimiento del mundo industrializado que ordenará toda la sociedad en torno a la producción y al mundo del capital; junto con ello nos encontramos con un mundo que está en un vertiginoso proceso de descristianización, producido fundamentalmente por el sucesivo avance de fuerzas liberales que van viendo en la acción de la Iglesia Católica un anquilosamiento para sus nuevas ideas, propias de la época. Junto a lo anterior tenemos que recordar la importante influencia de lo que es el mundo socialista y ateo que generará un nuevo orden social, estructurado en lo que será la lucha de clases, donde no hay cabida para la acción de la religión. Pero quizás aún más fuerte que todo lo anterior es el progresivo aumento del mundo emigrante del campo a la ciudad en la Europa industrializada del siglo XIX, situación que se da en nuestro país alrededor de la primera mitad del siglo XX. Es este llamado proletariado el que está en una constante pérdida de tradición, desraizamiento de lo que son los valores propios del mundo más conservador del campo, con la ausencia de las familias y el consiguiente deterioro y superficialidad de las relaciones al interior de las ciudades, que fueron siendo pobladas por cordones urbanos marginales. Frente a toda esta situación, que por otra parte propone a una Europa dueña de las riquezas del mundo, queremos hacer especial mención a la labor y la preocupación de la Iglesia ante esta realidad. Por lo tanto, en los siguientes párrafos intentaremos elaborar de manera suscinta una explicación de los principales momentos de diálogo y de enfrentamiento entre lo que llamaremos el mundo moderno y la Iglesia propiamente tal, rescatando los principales valores de este encuentro, que se dan incluso hasta la actualidad, con un deseo que lograr reunir la razón y la fe en un mismo camino de búsqueda del conocimiento de la verdad.


Catolicismo y Liberalismo:

El catolicismo adquirió un fuerte rechazo por parte de la burguesía liberal, especialmente en Francia, en donde la Iglesia fue constantemente vista como un retroceso a lo que constituyó el Antiguo Régimen. Por otro lado, durante la primera mitad del siglo XIX surgió la figura de Félicité Lamennais, quien fundó un periódico en el cual desarrolló la idea de poder conciliar el liberalismo como la idea de la libertad, junto al catolicismo. Algunos excesos por parte de esta publicación fueron mal vistos, pero al mismo tiempo se comenzó a observar, por ciertos grupos conservadores, el indiscriminado abuso llevado a cabo en nombre del desarrollo económico. Durante la segunda mitad del siglo XIX las luchas se fueron acrecentando, y junto con ello la Iglesia se constituyó en un obstáculo para las ideas nacionales y de unificación, como por ejemplo en Italia, en donde el Papa todavía conservaba los Estados Pontificios. Es dentro de este contexto en donde aparecerá la figura del Papa Pío IX y su deseo de poder reestructurar la sociedad.


Pío IX y León XIII:

La filosofía y la ciencia del siglo XIX critica abierta y duramente al cristianismo, y de manera especial al catolicismo, teniendo como modelo el positivismo de Comte que perdura hasta nuestros días, en donde lo sobrenatural no tiene cabida. Es así como el Papa Pío IX enfrenta esta sociedad llamando a los cristianos a no ser parte de estas nuevas ideas modernas, declarándolo en su Encíclica Quanta Cura en y su anexo el Syllabus (1864), en donde condena los errores de la modernidad. Junto con esto, perdió los territorios pontificios a manos de la unificación italiana, en el momento en que se encontraba realizando un Concilio para ver la situación de la Iglesia (Vaticano I), el que tuvo que concluir abruptamente.

Como una respuesta a las necesidades de encaminar nuevamente lo que son la razón y la fe, el Papa León XIII, sucesor de Pío IX, redactó numerosos documentos en los cuales retomaba la figura y el pensamiento de Santo Tomás de Aquino. Junto con ello, en el año 1891, observando el desprecio y el poco respeto a la dignidad del hombre, especialmente del trabajador, redactó la Encíclica Rerum Novarum, en donde tocó los principales temas relativos al respeto del trabajador y a su dignidad como persona humana.


Los Grandes Cambios del Siglo XX:

Es el siglo XX el siglo en el cual probablemente hemos experimentado un mayor número de cambios tan apresurados que somos incapaces de darnos cuenta de la relevancia de éstos mismos. Partiremos mencionando que el cambio de siglo trajo aún mayor rivalidad entre las grandes potencias europeas, lo que desembocó en la gran I Guerra Mundial, que duró desde 1914 al 1918. De manera paralela, en el año 1917, el levantamiento en la antigua Rusia zarista culminará con una revolución de tal magnitud que impondrá el comunismo ateo en todo el este de Europa. Es aquí en donde la Iglesia tuvo que enfrentar por primera vez una nueva situación, una guerra total que destruía generaciones enteras y que parecía no acabar. Una vez finalizada en el año 1918, habiendo sido ignorados todos los llamados a la paz por el Papa Benedicto XV, comenzamos el período conocido como entre guerras, que en realidad es un paz que es tan frágil como el respeto a los valores de la sociedad en la época. Es por esto, y respondiendo a la necesidad de dignificar al hombre, y de darle el valor correspondiente, que en el año 1931 el Papa Pío XI redactó la Encíclica Quadragessimo Anno, en donde rescataba el mensaje de León XIII, pero en las problemáticas de su época.

Esta es la era de los totalitarismos en Europa, fundamentalmente el fascismo italiano, el nazismo alemán y el comunismo ruso, los cuales significaron un deseo de centralización y de homogeneización de toda la sociedad, con las consecuencias manifestadas en la polarización de la sociedad y la irrupción de la II Guerra Mundial, la cual configuraría un nuevo orden geopolítico a nivel mundial, dividiendo a la sociedad en dos polos que se fueron enfrentando en lo que conocemos como la Guerra Fría posterior al año 1945. Las consecuencias más graves de lo anterior son la fragilidad del respeto a la dignidad de las personas, y junto con eso, la situación constante de odio y rechazo de unos hacia otros, frente a lo cual interviene el Papa Pío XII con incesantes llamados a la Paz, y luego el Papa Juan XXIII con su visión de la necesidad de que a la Iglesia entraran aires nuevos. Es así como convoca al Concilio Vaticano II, que significa hasta hoy un acercamiento del catolicismo a toda la realidad de la sociedad, a un diálogo constante, del cual nosotros somos herederos directos, y dentro del que encontramos el rescate a los valores que son parte de nuestra tradición, pero que al mismo tiempo nos van uniendo en un mensaje constante de paz y de amor, con el testimonio actual del Papa Juan Pablo II, quien incansablemente intenta ser testimonio vivo de la misericordia de Cristo en nuestra sociedad tan convulsionada y a la vez compleja, que nos pide la unidad (globalización) en la diversidad (búsqueda de identidad).