miércoles, 18 de junio de 2008

POSTMODERNIDAD

La Postmodernidad

El concepto de postmodernidad muchas veces se entiende como una crisis de valores producto de la ruptura de los principales aspectos de la modernidad. Es cierto que no podemos obviar el cambio constante que es parte del hombre, y es dentro de este contexto que nos es posible entender la crisis en torno a las ideas de la modernidad de los siglos XVII y XVIII que se produce a fines del siglo XIX y durante gran parte del XX. Tanto el proceso de la duda metódica desarrollado por Descartes como el desarrollo filosófico de los pensadores ilustrados propios del siglo XVIII carecen de vigencia. En el siglo XIX hay un quiebre interesante, marcado fundamentalmente por el proceso de la industrialización y además por el ascenso de la burguesía europea. El mismo oscilamiento entre la revolución y la restauración traerán consigo un sinnúmero de importantes reformas, dentro de las cuales podemos ver la necesidad de estabilidad del hombre, manifestada en la ciencia positiva, pero al mismo tiempo un proceso de desánimo que llevará incluso al nihilismo y lo que conocemos como la muerte de la figura de dios (entendido como lo trascendente). Junto a lo anterior, es en el siglo decimonónico donde encontramos las nuevas ideologías que marcarán a Occidente dentro de los años venideros a esa época, y es por ello que estas influencias, aunque originadas antes, se propagarán por todo el siglo XX.

Con este panorama descrito anteriormente, debemos decir que la postmodernidad está de la mano de las sociedades postindutriales. Estas sociedades postindustriales se desarrollaron fundamentalmente en los países capitalistas pasada la Segunda Guerra Mundial, donde se ve un marcado avance de las fuerzas productivas y de la automatización. Producto del gran desgano posterior a las dos grandes Guerras, y junto a la caída de los modelos totalitarios como el nacionalsocialismo y el fascismo italiano surgen nuevas maneras de explicar el mundo, de una forma relativa, dándose por una parte el existencialismo, las crisis sociales de la década del sesenta y la omnipotencia de los avances tecnológicos, que separan abruptamente una generación de otra. Es así como se trasladan muchos conceptos, los cuales estarán enmarcados a partir de lo que conoceremos como marketing, libremercado, utilitarismo, en donde las apariencias son fundamentales y junto con ello el prestigio y el visualizarse socialmente se convierten en elementos claves para entender esta sociedad productora y de consumo, pero muchas veces vacía.

Si queremos tratar de acercarnos a lo que podría ser una descripción de la postmodernidad debemos partir adentrándonos en lo que son las ideas de ésta. En un primer acercamiento la consideramos como negativa, decimos que la postmodernidad es el período que corresponde a las sociedades postindustriales, como contraposición a la modernidad. Diríamos que es una época de desencantos, de fin de muchas utopías, ya que no hay grandes proyectos que mantengan a la sociedad esperanzada en un progreso desde todos los puntos de vista (han caído los totalitarismos). Los modelos de la modernidad se creía habían fracasado. Esther Díaz nos dice al respecto:

“El proyecto de la modernidad apostaba al progreso. Se creía que la ciencia avanzaba hacia la verdad, el arte se expandiría como forma de vida y la ética encontraría la universalidad de normas fundamentadas racionalmente. No obstante, las conmociones sociales y culturales de los últimos decenios, parecen contradecir los ideales modernos. La modernidad, preñada de utopías, se dirigía hacia una mañana mejor. Nuestra época desencantada, se desembaraza de las utopías.”

Apoyando las ideas anteriores existen una serie de autores actuales que dan por finalizada la modernidad y todos sus proyectos (de ellos mencionamos a Lipovetzky y Fukuyama), con lo que nos encontramos ante un angustiante fin de los proyectos de sociedad.

Por otro lado, se hace necesario dar a conocer una cara nueva de la postmodernidad, que nos conduce más bien a un ámbito propio de la intelectualidad y no a una teoría o a una época definible como tal. Podríamos pensar que la carencia de una interpretación unitaria del mundo ha llevado a un proceso creativo e innovador, en el cual está presente el ser humano en su totalidad. Por esto estamos frente a una pluralidad ante la realidad, lo que muestra a un hombre desarraigado y sin certezas en la búsqueda del saber, que más que interpretar no se sabe situar. Estamos refiriéndonos en concreto al relativismo frente a todo, esa indiferencia que se manifiesta incluso en nuestro lenguaje coloquial (“me da lo mismo”, “no estoy ni ahí”, “el pasotismo español”). Una posible respuesta a esto sería lo que se propone como positivo de este período, que sería la necesidad de la toma de conciencia de la situación que vivimos, lo cual sería positivo porque llevaría a una búsqueda nueva (esta es la teoría postulada por Alejandro Llano). La respuesta no la tenemos, sino que más bien estamos frente a la disyuntiva constante de lo que algunos han llamado la época y el hombre light, sin ninguna meta espiritual, centrado fundamentalmente en la relatividad y en la inmediatez de todo, en otras palabras, en un vacío interior.

Finalmente, nos gustaría cerrar este capítulo resumiendo el modernismo a través de una cita que nos muestra la desilución frente a esta época:

“Sólo queda agarrarse a los , a los proyectos personales o grupales siempre coyunturales, temporales, sujetos a la adecuación, la rescisión y el cambio. Nada de grandes ideales, rebajemos los sueños a su estatura humana; adoptemos una idea de razón, esperanza, deseo, adecuada a las dimensiones de lo real. Todo queda así pequeñito, con minúsculas, reducido a la situación transitoria. La razón, los valores, los proyectos se empequeñecen. Hay miedo a ser traicionados por las grandes palabras y relatos. El remedio es el refugio en el rechazo de la utopía y el pegarse al suelo de lo cotidiano con el agridulce sabor de que las mieles de la vida son escasas y hay que libar sus gotitas sin demasiada ansiedad ni fruición. Un minihedonismo, un suave esteticismo presentista es, quizá, la salida de estos sabios escépticos de la moderrnidad y sus promesas.
La postmodernidad es así la reacción contestataria de la modernidad. Propugna la desconfianza, la actitud desengañada y la distancia escéptica ante ella.”