viernes, 2 de mayo de 2008

VIRTUDES ROMANAS



CULTURA LATINA Y LAS VIRTUDES

La cultura latina clásica es, sin duda, la que le da a Occidente una mayor impronta y configuración, llegando a ser una de las principales matrices occidentales. A partir del edificio cultural, social, político y legal romano, construido con diversos elementos destacando sobre todo el griego, se desarrolló la unidad posterior que llamaremos Occidente.

Es difícil hablar de los valores de una cultura que se prolongó tan extensamente en el tiempo, y que ocupó un espacio tan amplio del mundo conocido de su época. Siguiendo al escritor inglés Barrows, sin embargo, podemos destacar que los romanos siempre miraron con respeto y nostalgia aquellos valores que desarrollaron en sus primeras etapas, desde un plano familiar hasta el ámbito político. Los latinos nunca dejaron de sentir que en su República y en sus leyes habían llevado al plano de la organización civil pública aquellos valores más queridos de su romanidad, y que eran éstos los que los diferenciaban de otros pueblos dándoles una supremacía y un lugar o destino único en la historia de la Humanidad.

¿En qué consistía esta mentalidad romana?, se pregunta el historiador inglés, llegando a la conclusión de que es la mentalidad del campesino-soldado, de los primeros habitantes de Roma. Del campesino tomó su perseverancia en el trabajo inevitable y rutinario del campo, poniendo todo de sí para sacar adelante la labor, pero teniendo siempre presente que las fuerzas de la naturaleza que él no domina son las determinantes de los frutos de este trabajo. La piedad y la solicitud para pedir el auxilio de los dioses, con la humildad del que se sabe ayudado por ellos son el fundamento de sus vidas:


“...Para el campesino el conocimiento nacido de la experiencia vale más que la teoría especulativa. Sus virtudes son la honradez y la frugalidad, la previsión y la paciencia, el esfuerzo, la tenacidad y el valor, la independencia, la sencillez y la humildad frente a todo lo que es más poderoso”.


Para Barrows estas mismas son las virtudes del soldado, que sabiendo que su vida es rutinaria en cuanto al sacrificio y a la obediencia, sabe también que algo superior es lo que determinará el éxito o fracaso de algún general al que en el éxito le reconocerán una protección divina.

Las virtudes y las habilidades del campesino serán asimismo las grandes cualidades de los soldados romanos:

...El vigor y la tenacidad del campesino son necesarios al soldado; su habilidad práctica contribuye a hacer de él lo que el soldado romano debe ser: albañil, zapador, abridor de caminos y constructor de balates. Ha de trazar un campamento o una fortificación, medir un terreno o tender un sistema de drenaje. Puede vivir en el campo porque es eso lo que ha hecho toda su vida.

Mores Maiorum
Costumbres de los antepasados o
Virtudes de los primeros romanos:

Estos primeros romanos, campesinos y soldados, herederos de austeras costumbres y fieles a su religión familiar desarrollaron una serie de virtudes que siguieron siendo modelo de propiamente romano por siglos. Las más importantes de estas virtudes fueron:

La piedad: ser pío, es decir, el reconocimiento de estar vinculado y subordinado a algo superior, en primer lugar lo divino, pero así mismo a realidades humanas:

...Se es pius respecto de los dioses si se reconocen sus derechos; se es pius respecto de los padres, los mayores, los hijos y los amigos, respecto a la patria y a los bienhechores y respecto a todo lo que puede provocar el respeto y quizás el afecto, si se reconocen sus derechos sobre uno y se cumple el con el deber en conformidad con ellos. Los derechos existen porque las relaciones son sagradas. Las exigencias de pietas y de officum (deber y servicios) constituyen por si solas un voluminoso código no escrito, de sentimientos y conducta que estaba más allá de la ley, y era lo bastante poderoso para modificar en la práctica las rigurosas disposiciones del derecho privado a las que se acudía sólo como último recurso.

La gravitas o seriedad de lo que uno es y hace, era otra virtud fundamental para los romanos. La responsabilidad y el empeño en lo que uno hace resultaba fundamental para el ser romano.

Otra serie de virtudes asociadas a ésta eran:

Constancia que es la firmeza de los propósitos que nos hemos hecho.

Firmeza que es la tenacidad o perseverancia para la consecución de los propósitos.

Disciplina que es la formación o educación que logra la firmeza del carácter.

Industria que es el trabajo arduo.

Virtud o Virtus que es la fuerza, energía y virilidad.

Severitas o severidad con uno mismo, resumen de estas virtudes morales que los romanos consideraban que los habían hecho grandes a ellos y a su ciudad.

Al mismo tiempo estas virtudes estaban en cierto modo atenuadas por otras que implicaban una cierta prudencia para adaptarse a diversas situaciones:

Comitas que significa cierta desenvoltura que permite no ser excesivamente serio y que implica un cierto buen humor.

Clemencia, que es la disposición a ceder en los propios derechos.


Con el crecimiento de los dominios de Roma los valores de la República empiezan a verse trastocados, producto de las relaciones de los romanos con otros pueblos, así como por los cambios en la forma de vida de los grupos más influyentes.

Las riquezas y el poder cambiaron la sensibilidad romana, generando las reacciones de algunos romanos ilustres que intentaron un rescate de los valores tradicionales o propusieron una guía para la vida.

Marco Tulio Cicerón (106-44 a.C.), cónsul en 63 a.C. fue un hombre “nuevo” que realizó por mérito personal todo el “cursus honoris” o carrera pública llegando a ser el mejor orador y retórico con el que ha contado Roma. Durante su consulado logró desbaratar los planes del ambicioso político Catilina, servicio por el cual se consideraba así mismo “El salvador de Roma”. Este Hombre consideraba que lo más importante era el servicio público y no se cansaba de exhortar a los romanos a vivir de acuerdo a los valores que correspondían a este ideal republicano:

“La seguridad y el honor, cuyas bases, o si se quiere, sus partes constitutivas, que todo estadista tiene el deber de vigilar y defender aun con riesgo de la vida, son las siguientes: la religión y el sometimiento a la voluntad divina, el poder de los magistrados (autoridad civil), la dirección del Senado, el derecho, la tradición, la justicia y su administración, la fe, las provincias, los Estados aislados, la reputación del imperio, la preparación militar, la estabilidad económica. Para defender ideas tan nobles y tan variadas se requiere un corazón valeroso, una alta capacidad y una voluntad inflexible”

Cicerón escribe esto por cuanto sabe que la corrupción ha infiltrado a muchos ilustres de Roma, y que el servicio público ha dejado de ser el norte de muchos que sólo buscaban enriquecerse a costa del Estado. Cicerón no apoyó a César en su ascensión al poder, y luego de que fuera asesinado este último, el gran orador fue ejecutado por Antonio por suponerlo de parte del grupo de senadores que planearon la muerte de César.

Entre los años 27 a.C. y 14 d. C. Octavio, hijo adoptivo de Julio César, más conocido como Augusto, establece el “Principado” base del Imperio, en que el emperador es considerado “Príncipe” o “primero entre sus pares”. Este Princeps restauró el senado e intentó darle nuevamente sus atribuciones perdidas tras las Guerras Civiles y tras las luchas luego de la muerte de César. Augusto combinó un régimen político en que él era la cabeza, con un intento de restauración de los tradicionales valores de la república romana. Se preocupó de ordenar la administración pública con funcionarios que dependían directamente de él, así como mantuvo una fuerte dirección sobre el ejército. Realizó además importantes esfuerzos por reconstituir en la sociedad romana los antiguos valores perdidos. Trató de fomentar los matrimonios y el aumento del número de hijos por familias. También intentó reformar las costumbres de los romanos tratando de reorientarlos a sus raíces austeras, propias de una población de origen rural, y a sacrificarse por la grandeza de Roma. En esta misión el emperador fue ayudado por el gran poeta Virgilo (70-19 a.C.) que en sus poemas Geórgicas y Églogas rescata la vida pastoril, pero sobre todo en su poema La Eneida, en que el héroe Eneas, fundador de Roma, debe negarse constantemente a sus placeres y beneficios por el cumplimiento de su excelsa misión. En este poema el autor presenta un viaje de su héroe a los infiernos donde tiene una visión del futuro de Roma en el que como cúlmine de toda una gloriosa historia se presenta a Augusto como el punto máximo de ésta.

Por último, quisiéramos destacar la figura de Séneca (4 a. C.- 65 d. C.) Representa un punto culminante de las propuestas romanas en lo que a una vida orientada éticamente se refiere. Este hombre, el más conocido de los estoicos (estoicismo es una corriente ética) romanos, planteó una perspectiva de vida de renuncia a la búsqueda del placer, y de negación de sí mismo para alcanzar la perfección. En muchos de sus aspectos éticos este pensador se acerca a conceptos del cristianismo, sobre todo en el respeto a los demás y en vivir de acuerdo a una recta conciencia. Séneca vivió bajo los emperadores de la familia Julio – Claudia: Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, en un periodo que ha pasado a la posteridad como cargado de corrupción y desvaríos de todo tipo por parte de algunos de estos emperadores como Calígula o Nerón. Este último fue discípulo de Séneca, quien colaboró con el gobierno del Imperio durante la minoría de edad del Emperador. Sería luego el mismo Nerón quien lo mandaría matar.

Séneca concentró una gran cantidad de poder y de riqueza pero renunció a todo para retirarse a vivir en el campo de una forma sumamente austera y entregada a la meditación. De esta manera fue coherente con sus ideas de renuncia a los honores y riquezas de este mundo como ideal de vida.



ALGUNAS FUENTES LATINAS PARA LA REFLEXIÓN ACERCA DE LAS VIRTUDES ROMANAS

Séneca:

A la opinión y fama démosles su lugar debido; que no pretendan guiarnos, sino que nos sigan.
Al comienzo fueron vicios, hoy son costumbres.
Amad para ser amados.
Aquel a quien el crimen es beneficioso es el que lo ha cometido.
Aunque avergüence decirlo, sólo pensamos en la virtud cuando no tenemos otra cosa que hacer.
Con el fuego se prueba el oro. Con las desgracias, los grandes corazones.
Cuando no se puede corregir algo, lo mejor es saberlo sufrir.
Cuanto mayor es la prosperidad, tanto menos se debe confiar en ella.
Al hombre sabio no se le puede injuriar.
Desdichado el que por tal se tiene.
Desgraciado todo aquel que se angustia por el por venir.
El camino más breve para enriquecerse es menospreciarlas riquezas.
El hombre es un animal social.
El hombre, ese ser tan débil, ha recibido de la naturaleza dos cosas que deberían hacer de él el más fuerte de los animales: la razón y la sociabilidad.
El premio de toda acción buena es haberla hecho.
El que teme es un esclavo.
El que tenga mucho poder, úselo suavemente.
El sol luce incluso para los malvados.
El valor languidece cuando no tiene rivales.
En las discusiones prolongadas se pierde la verdad.
En lugar más bajo estarás más seguro.
En otros tiempos se limitaban a alimentar al cuerpo como a un servidor; hoy se le sirve como a un amo.
Enseñando se aprende.
Es tan grande el placer que se experimenta al encontrar un hombre agradecido que vale la pena de arriesgarse a hacer un ingrato.
Estudia no para saber algo más sino para saber algo mejor.
Fiarse de todo el mundo y no fiarse de nadie son dos vicios: pero en el uno se encuentra más virtud, y en el otro más seguridad.
Igual virtud es moderarse en el gozo que moderarse en el dolor.
La amistad siempre es provechosa; el amor a veces hiere.
La juventud debe acumular; la vejez, usar.
La lealtad constituye el más sagrado bien del corazón humano.
La naturaleza nos da el germen de la ciencia, pero no la ciencia. Ésta debemos procurárnosla con el estudio.



Marco Tulio Cicerón:
La República
Libro Primero.


“... Cuando, al dejar mi consulado, pude jurar en la asamblea que yo había salvado (la república), y el pueblo romano lo juró también, compensé sobradamente la cuita y disgusto de todas las ofensas recibidas; aunque es verdad que los sucesos de mi consulado más tuvieron para mí de honor que de sufrimiento, y fueron causa, no tanto de disgusto cuanto de gloria, y sentimos mayor alegría por el apoyo de la gente honrada que dolor por la alegría de la mala. Mas, si, como he dicho, no hubiera sido así, ¿cómo podría quejarme cuando por tan grandes hechos no me sucedió ningún mal imprevisto ni mayor de lo que yo esperaba? Pudiendo yo disfrutar con el ocio más que otras personas a causa del deleite de los estudios en que había vivido desde niño, y pudiendo sufrir la misma mala suerte que los demás, y no más, en caso de que ocurriera algo malo para todos, no dudé en hacer frente a la tempestad y diría que a los mismos rayos para salvar a los ciudadanos y procurar común sosiego a los demás a costa de mis propios riesgos; porque no nos engendró ni educó la patria con la condición de que no pudiera esperar de nosotros unos, diríamos, alimentos, y nos procurara ella a nuestro ocio un refugio seguro, sirviendo sólo a nuestra comodidad un lugar tranquilo y en paz, sino que se tomó ella en garantía, para su propio interés, gran parte y lo mejor de nuestro valor, ingenio y prudencia, y nos dejó para nuestro particular provecho tan sólo lo que le pudiera sobrar a ella.

Ningún caso hemos de hacer, ciertamente, de aquellos subterfugios que se alegan como excusa para disfrutar mejor del ocio; cuando dicen que sólo suelen acceder a la política personas que no valen para nada, con las que es cosa ruin el alternar, y desgraciado y arriesgado el enfrentarse, sobre todo ante una muchedumbre enardecida; por lo cual, no sería digno de un sabio tomar las riendas cuando no es posible frenar los arrebatos locos y salvajes de la masa, ni propio de un hombre libre luchar con adversarios sin escrúpulos ni humanidad, o exponerse a injurias indignas de un sabio: como si para dedicarse a la política las personas honestas, firmes y de gran valor, no hubiera causa más justa que la de no someterse a los malvados y no soportar que estos arruinen la república, porque, si ellos mismos quisieran poner remedio, tampoco lo podrían conseguir.

En fin, ¿quién podría aprobar la afirmación de que el sabio no debe tomar parte alguna en la política, salvo que le obligue a ello el apremio del momento? ¿Acaso puede verse alguien apremiado por mayor necesidad que la que tuvimos nosotros, en la que nada hubiera podido hacer de no ser yo cónsul en aquel momento? Pero ¿cómo hubiera podido yo ser cónsul si no hubiera seguido desde mi juventud la carrera por la que , aun habiendo nacido como simple caballero llegué a alcanzar la máxima magistratura? En efecto, no se puede tener la potestad de salvar a la república en cualquier momento o cuando se quiere, aunque se vea aquélla amenazada, a no ser que se halle uno en posición de poder conseguirlo.

Y siempre me ha parecido por demás sorprendente, en el discurso de tales teóricos, que se nieguen a tomar el timón en mar tranquilo, porque no aprendieron ni jamás se preocuparon de saber hacerlo, y en cambio reconozcan que lo tomarían en caso de levantarse las olas tempestuosas; porque suelen proclamar que nada han aprendido jamás, ni enseñado, acerca de la ciencia de constituir o defender las repúblicas, jactándose mucho de ello, y piensan que debe dejarse tal ciencia, no a los hombres cultos y sabios, sino a los prácticos en la materia. ¿Cómo es posible prometer sus servicios a la república cuando se vean apremiados por la necesidad, si no son capaces de gobernar la república cuando, como sería mucho más hacedero, nada les obligue a ello? En fin, para que sea verdad lo de que el sabio no suele descender por su propia voluntad a los asuntos públicos, sino tan sólo cuando le apremia la ocasión, y entonces no deba rehusar ese servicio, me parece que el sabio no debe en modo alguno descuidar esa ciencia de los asuntos civiles, por la razón de que debe prepararse en todo aquello que no sabe si alguna vez tendrá necesidad de ejercitar.





(EXTRAÍDO DE WIKIPEDIA)


Virtudes personales


Estas son las cualidades de vida, las que todos los ciudadanos romanos deberían aspirar. Son el corazón de la Via Romana — la Manera Romana — y se acredita que fueron estas cualidades las que dieron a la República Romana la fuerza moral necesaria para conquistar y civilizar el mundo. Hoy, son la base para que podamos medir nuestro comportamento, para ulteriormente entenderlas mejor y praticarlas en nuestra vida cotidiana.


Auctoritas: "Autoridad Espiritual". El sentido de la función social de alguien, construida a través de la experiencia.

Comitas: "Humor". Buenas maneras, cortesía, amistad.

Clementia: "Merced". Suavidad y gentileza.

Dignitas: "Dignidad". Un sentido de autoestima, orgullo propio.

Firmitas: "Tenacidad". Fuerza mental, habilidad de defender una propuesta.

Frugalitas: Economía y simplicidad, sin llegar a ser miserable.

Gravitas: Un sentido de la importancia de un asunto, responsabilidad, seriedad y determinación.

Humanitas: "Humanidad". Refinamiento, civilidad; aprender, y poseer cultura.

Industria: "Trabajo duro".

Pietas: "Sumisión". Más que piedad religiosa, un respeto por el orden natural social, política y religiosamente. Incluye las ideas de patriotismo y devoción.

Prudentia: "Prudencia". Previsión, sabiduría y discreción personal.

Salubritas: "Salud". Salud y limpieza.

Severitas: "Severidad". Autocontrol.

Veritas: "Verdad". Honestidad en relación al resto.



Virtudes públicas


Además de las virtudes personales, aspiración de todo individuo, la cultura romana también defendía virtudes en común que deberían ser compartidas por toda la sociedad. Entiende que algunas de las virtudes que los individuos deberían aspirar también son virtudes públicas, seguidas asimismo por la sociedad como un todo. En diversos casos, las virtudes se personificaban en divinidades.

Abundantia: "Abundancia, Plenitud". El ideal de tener comida y prosperidad suficientes para todos los segmentos de la sociedad.

Aequitas: "Igualdad". Justicia e igualdad tanto dentro del gobierno como entre las personas.

Bonus Eventus: "Buena suerte"

Clementia: "Clemencia". Merced, mostrada al resto de naciones.

Concordia: "Concordia". Armonía entre el pueblo romano, y también entre Roma y las otras naciones.

Felicitas: "Felicidad, Prosperidad". Una celebración de los mejores aspectos de la sociedad romana.

Fides: "Confianza".

Fortuna: "Fortuna, Suerte". Un agradecimento a los acontecimentos positivos.

Genius: "Espíritu de Roma". Agradecimento al espíritu combinado de Roma, y de sus personas.

Hilaritas: "Alegria, jovialidad". Expresión de los momentos felices.

Justica: "Justicia". Como expresa por leyes y gobiernos sensatos.

Laetitia: "Contentamiento, felicidad". Celebración del agradecimiento, generalmente por la solución de crisis.

Liberalitas: "Liberalidad". Dar generosamente.

Libertas: "Libertad" Una virtud a la que han aspirado todas las culturas.

Nobilitas: "Nobleza". Acciones nobles dentro de una esfera pública.

Ops: "Riqueza". Reconocimento de la prosperidad del mundo romano.

Patientia: "Paciencia". La habilidad necesaria en momentos de tempestad y crisis.

Pax: "Paz". Una celebración de paz dentro de la sociedad y entre las naciones.

Pietas: "Piedad". Las personas prestando honra a los dioses.

Providentia: "Providencia". La habilidad de la sociedad Romana de sobrevivir a desafíos y manifestar un gran destino.

Pudicita: "Modestia". Una expresión pública contra la acusación de "corrupción moral" de la Roma Antiga.

Salus: "Salud". Preocupación con el bienestar y la salud pública.

Securitas: "Seguridad". Gobierno eficiente que lleve a la paz.

Spes: "Esperanza". Especialmente en tiempos de dificuldades.

Uberitas: "Fertilidad". Particularmente en relación a la agricultura.


Virtus: "Coraje". Especialmente de los líderes de la sociedad y del gobierno.